Esta es la historia
de vida de uno de los tantos que vieron la crudeza de la guerra y
cayeron en Libia.
Este guerrero nació
en un barrio humilde y vivió pobre, sin educación y sin respaldo
familiar ya que su madre falleció cuando él tenía solamente un año
y su padre murió cuando el surcaba los 15 años.
Ya desde antes
había comenzado a dirigir su vida por sí solo, así que cuando su
padre murió era suficientemente independiente como para vivir solo.
Pero se descarriló fácil y terminó en una de esos grupos de
ladrones y asesinos que vagan por las calles haciendo lo que saben
hacer. Se volvió líder de una banda que el mismo formó al retar a
varios líderes de otras pandillas. Así forjó un grupo muy
respetado en su ciudad.
Él no luchaba en
contra del estado, a eso él era indiferente, luchaba por su vida.
Aun así, por su nivel de ignorancia (no sabía ni leer ni escribir)
fue fácil convencerlo para que luchase por “la libertad,
derrocando al tirano Muamar Al Gadafi”. Siguiendo estas palabras
convenció a su grupo de levantarse en armas para luchar por los
ideales ya nombrados. Avanzaron de ciudad en ciudad ganando
territorios y batallas sangrientas, sumando y perdiendo gente en el
camino, aniquilando enemigos e incluso gente inocente; niños y
mujeres, padres y abuelos. Al llegar a una ciudad cercana a Tripoli
fueron emboscados y tuvieron que luchar y/o huir de improviso. Entre
los disparos una valiente parte de los rebeldes se acercaron a los
emboscadores e intentaron atacarlos. Este movimiento fue inútil y
en él perdieron muchos hombres. En cierto momento el joven líder
del grupo revolucionario se encontró solo en medio de una calle con
su arma semi-automática en su mano derecha y su mano izquierda
deformada por el alcance de un fusil. De pronto una bala chocó
contra una de sus piernas y la perforó de lado a lado. Cayó de
rodillas y gritó de dolor. Por detrás un enemigo se acercó y al
llegar a él le apuntó en la nuca. El calor del caño recién
utilizado le quemaba la piel. Lloró, pero no lloró de dolor, lloró
porque recordó cada segundo de su vida, y en un ataque de adrenalina
intento girar. Entonces la bala salió de la pistola e impactó y
perforó la carne del luchador rebelde.
Él no es el único que muere por la espalda, muchos soldados (en cualquier guerra) tienen el mismo destino. En la realidad la guerra es cruda, muchos mueren sin dar siquiera un solo disparo, muchos soldados son menores de 18 años, la mayoría de los afectados fueron los que dijeron NO a la guerra. Pero no hay remedio a tanta avaricia, se ha perdido la principal cura para esta enfermedad: el sentido común.
Él no es el único que muere por la espalda, muchos soldados (en cualquier guerra) tienen el mismo destino. En la realidad la guerra es cruda, muchos mueren sin dar siquiera un solo disparo, muchos soldados son menores de 18 años, la mayoría de los afectados fueron los que dijeron NO a la guerra. Pero no hay remedio a tanta avaricia, se ha perdido la principal cura para esta enfermedad: el sentido común.